Por: Pío Valencia.
En estos últimos años, he escuchado testimonios de mucha
gente que lleva el fútbol tatuado en el alma. Gente que admite que cuando
Baltazar se llevó el Pichichi en la 88/89 con 35 goles, pensaba que eso ya
nunca se volvería a repetir, que era algo extraordinario. Lo era.
Al año siguiente, el gigante de Hugo Sánchez hizo temblar el mundo del
fútbol con la entonces friolera de 38 goles.
Pero esto no acabó aquí.
Hasta anoche, nadie había conseguido batir tal bestia
(hablamos de la Liga, claro). Y no de un gol, ni de cuatro. Ayer, un tal Lionel
Andrés Messi hundió el asta de la bandera culé en el ochomil del Pichichi con
la, ahora sí, friolera de 50 goles en Liga, y otros tantísimos en Europa y
Copa. Y es que este hombre no tiene nada de galáctico, pero pese a la ausencia
de David Villa arriba y la mediocre temporada de Pedro, su fútbol sigue siendo
un fenómeno que la NASA se niega a revelar.
Sería horrendo no añadir los 15 balones que el astro
argentino ha estrellado en la madera, y que le han impedido que su cifra sea
aún más espectacular. Lleva 8 años jugando al fútbol y acumula 265 goles. Lo
que él hace no lo hace nadie, ni siquiera CR7, el único que le hace frente,
manteniéndose a rebufo.
Mientras tanto la Liga ya se ha acabado, para mí, una
pena, para otros, un respiro. Podemos aprovechar y olvidarnos de tanto gol,
pero apenas falta semana y media para la final de Copa. Sin olvidarnos de los
años y años que le quedan a éste monstruo por delante.
Aunque al igual que les costaba a grandes periodistas
creérselo, a nosotros nos cuesta imaginar, aunque todos estemos muy de acuerdo,
que lo mejor está por llegar. Que lo cuide bien Tito, no vaya a ser que se
constipe.
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